"Diplomat's Son", indiscutible tedium del siempre sobrevalorado grupo neoyorquino Vampire Weekend, resulta ser un presuntuoso affaire musical. Esta canción rebota entre worldbeat y pop barroco, desgranando con fruición su históricamente malinterpretada narrativa gay (aconsejaría al vocalista Ezra Koenig buscar una lección de la cátedra Morrissey). Sus seis extenuantes minutos se consumen en un torbellino de repeticiones mal concebidas, recordando que Rostam Batmanglij (cuyo único mérito real fue abandonar la banda) quiso emular pomposamente a Brian Wilson, quedándose lamentablemente a medio camino. Su paradójico inserto de dancehall, cortesía del ignoto artista jamaicano Mavado, es por sí solo una flagrante muestra de apropiación cultural soportada únicamente como reclamo de vanguardismo. No hace falta ser un John Peel para saber que este tipo de experimentos sonoros funciona mucho mejor con artistas como Talking Heads o Paul Simon, imposible ignorar cómo el segundo carcomió la música africana en Graceland...pero con habilidad, señores de Vampire Weekend, no con esta burda mimetización que no deja ni transpirar a la esencia original.