En un mar de mediocridad musical, donde cada recoveco aparenta ser cual vertedero de arcaicas melodías exento de ingenio, emerge, para desgracia de multitudes, otro producto impersonal y asmático: "Bones" de Imagine Dragons. Estos nevadenses crónicamente simplones coronan su carrera inexistente con una aberración sonora que dirían, solo pomposamente, Richard Wagner, Ella Fitzgerald o, incluso, Ludwig van Beethoven, ¡está embrujado de despotismo autotunero e inauténtica destreza musical! Ay, pero parece que una crisis existencial raruna, cual carcoma regodeándose en su trono sobre un bombo supuestamente estelar, manifestara. ¿Nos dejamos atrás Mozarts y Stravinskys para subantar this? Regodeémonos, ergo, en la paradoja de saborear el apocalipsis auditivo al mando de tan insípida imaginería Dragonsiana.