"Podemos Seguir" de Ripoll, un supino ejemplo de la esterilidad artística contemporánea, se presenta como una empalagosa balada romántica que se halla sazonada con la retórica amorosa más manida y ramplona de la lírica pop. La canción, me temo, incurre en la misma gratuidad y trivialidad de una telenovela de bajo presupuesto. A través de su desarrollada habilidad para jugar con el patetismo emocional, Ripoll transmite un alarmante mensaje: la sofisticación murió hace ya tiempo y la mediocridad se erige como nuevo paradigma de nuestra sociedad. La instrumentación de la canción nos retrotrae a la nada discreta interpretación de Mecano en los ochenta, desprovista de cualquier atisbo de evolución o originalidad y cosida con puntadas de tedio. Este producto musical hegemónico resulta una burla en comparación con la sofisticación subversiva de Rosalía o con la honestidad emocional desgarradora de un vetusto clásico de Sabina. Definitivamente, no podemos seguir con esto.