"Oh, el omnipresente 'Money', la cancioncita de Pink Floyd que hasta el más ignorante en apreciación musical reconoce de inmediato con su ritmo de 7/4 que parece un reloj más lisiado que John Bonham tras beber un balde de whisky. Por supuesto, la banda quiso experiementar con el blues y el rock progresivo, intentando ser una gran víbora boa que asimila estilos y movimientos musicales en su escaparate retorcido de psicodelia pedante. Los riffs trillados de Gilmour y las letras deslucidas de Waters, repetitivas hasta la saciedad, ejemplifican el límite sísmico del arrogante Rock 'n roll británico. Ni siquiera voy a mencionar el solo de saxo más insípido de la historia, que daría a Kenny G un pase libre para el panteón de los grandes. Y mientras ellos consiguen un éxito masivo con una fórmula tan básica, visionarios auténticos como Zappa o King Crimson sudaban sangre para trascender las nociones convencionales de la música. Mi gratitud a 'Money' es tan solo por su ironía: su éxito validó la codicia de la industria que la banda pretendía criticar.