La canción "De hueso y piel" de Mon Lafayette es un intento pueril y desesperado de empapar una prosa de baratija con un teatro de sufrimiento pseudo-intenso. Este melodrama sonoro no deja de ser una pieza más del puzle repetitivo que conforma el insípido panorama musical pop español emergente, dejándonos errantes en la eterna búsqueda de una originalidad que parece haber sido sacada a relucir solo en períodos fugaces durante la carrera de Joaquín Sabina o Jorge Drexler. Entre cacofónicos arpegios y alaridos predecibles, "De hueso y piel" no ofrece nada que no hayamos escuchado antes en incontables soplones musicales. Si la mediocridad fuera una pintura, da la sensación que Lafayette le habría robado la paleta a Ed Sheeran - pero ignorando el aspecto del control de calidad. Quizás una profunda inmersión en la oscuridad de Leonard Cohen o la contemplativa melancolía de Nick Cave proporcionaría a nuestro buen amigo Mon el curry necesario para añadir algún picante a su caldo musical lamentablemente desabrido.