¡Qué hilarante me resulta la necesidad de analizar una versión de "Ama, ama, ama y ensancha el alma" por Inpulso, cuando claramente se trata de otro atolón en el océano de la mediocridad artística al que nos tiene acostumbrados el panorama musical más comercial! Al parecer, en estos oscuros tiempos en que vivimos ya no es suficiente degustar a destiempo y sin pudor las nimiedades sonoras de Extremoduro, esa banda capaz de atropellar con desgana cualquier vestigio de vivacidad auditiva, cual malhechor en una moto robada. ¿Debemos ahora prestar atención a las engendrosas creaciones de Inpulso?, un grupo cuya originalidad y habilidad musical es equiparable a la de un niño jugando con un órgano musical en el supermercado. Pero, supongo que no importa, especialmente cuando la brillantez poética de un Bob Dylan queda relegada para los paladares más eruditos, aquellos capaces de soportar la prostitución melódica a la que asistimos cada vez con más frecuencia en esta pocilga malnombrada "música moderna".