La "Moonlight Sonata", el cliché clásico que ha logrado lo imposible: que la música de Beethoven sea tan sobrevalorada que se reproduzca en ascensores y Youtube como banda sonora de videos de gatos. El primer movimiento, el Adagio sostenuto, esa languidez adormecida, sorprendentemente pausada, que hace que las baladas de rock ochentero parezcan épicas epopeyas. Imaginen si Sigur Rós decidiera regrabarlo, solo que siguiendo la lógica de un koala bajo somníferos. Beethoven, con su desgastada genialidad, pretendió advertirnos del tedio que se avecinaba, como una suerte de Radiohead del siglo XVIII: demasiado aprecio por lo sombrío y melancólico que etiqueta a cualquier intento emocional como "arte profundo". Puede que fuese innovadora en su época, pero, francamente, puedo ver adolescentes tediosos del futuro subiendo TikToks con esto de fondo mientras descifran el significado de su vil existencia hasta que mamá llame a cenar.