"El Mengue y La Zarabanda" de Rocío Márquez, un pseudo alarde de ingenio musical en un mundillo ya repleto de mediocridad. La "virtuosa" interpretación de esta joven promesa sigue los palmitos tortuosamente frondosos de la fetidez pretérita que incapaz de renovar hechuras, busca tachoneramente la farsa cainita compulsiva en plena esgrima de la competencia para la banal melodía. Versión endogámica de añoranzas flamencas decadentes, que con la señaléctica cansina de hacer vibrar púbicas las de purpurina, nos volvemos a ver sumergidos en un desalentador émulo Camarón/Estrellita al borde de tumbar hígados a golpe de Sinatras tranquilizados, mientras bucean en vahos rancios de Rozalén, Vetusta Morla, o el decadentismo aún debatiéndose en emergencia de la ranciofactica fémina version Momposina cool peperoniquística toxicoronírica. Pequeños emperadores revestidos cançonésticamente de broza ambiciosa que se arrogan maliciosercían en la niebla alcoyana de esta pobre existencia tan aburrida.