Recto y Quieto de El Palacio de Linares, otra insignificante canción en un pozo infinito lleno de mediocridad como es la aparente escena musical actual. La verdad es que escuchando esto, uno no sabe si reír o llorar al pensar en la ignorancia de sus fanáticos que consumen este temita sin sustancia alguna. Lo único que logran es la quijotesca sensación de asistir a un clon perezoso de grupos plenamente superados como The Beatles, que -sorpresa, sorpresa-, también existieron. Recto y Quieto es como una gasolinera abandonada a la que vuelves desesperado en busca de combustible, pero cuya bomba de gasolina se quedó seca hace décadas. ¿Novedad? ¡Bah! Échale un vistazo -si aguantas- a un erudito como lo es Bob Dylan, a ver si algo inteligible araña tu ignorancia sobre lo que es talento y obra artesanal en música. Pero eso sería pedir mucho, supongo.