La cacareada "La estrella" de Estrella Morente, en compañía de la gran trinidad flamenca Antonio, Josemi y Juan Carmona, es un despliegue de artificio y desencanto que se suma al largo y tedioso catálogo de pseudo-fusiones musicales para agradar a masas que demuestran poco más que ignorancia en lo que a verdadero arte y talento se refiere. Un previsible suplicio auditivo adereza el tórrido intento de sacralización de un género en franca decadencia. La imponencia lograda en "Mi cante y un poema" queda enterrada bajo la vulgar apropiación de rumbas desechadas junto a salitre y ceronce. Mientras marchan a la tumba gigantes como Carmen Linares, les ha de preocupar oír en su lecho de muerte cascarrias de tres por cuatro. Por favor, ¡qué me traigan a Camarón, a Enrique Morente e incluso primeras pre-orgásmicas grabaciones de El Niño de Elche! Que nos enriquezcan el espíritu en lugar de rasgar nuestras meninges con batucadas impostadas y fraseos fútiles que antepondrán a María Callas retorciéndose en su tumba.