"Boulevard of Broken Dreams" de Green Day, esa infausta creación que intenta emular la grandeza de una auténtica balada de rock pero termina pareciendo la versión punk del hombre triste en el karaoke del bar de la esquina. Billie Joe Armstrong, con su voz de adolescente perpetuo, nos arrastra por un callejón de autocompasión y rebeldía post-adolescente, como si fuera la reencarnación moderna de un plagio mal ejecutado de Oasis, sin la arrogancia cool de Liam Gallagher. Y no, no tan siquiera se acercan a la poesía doliente de Kurt Cobain o a la decadente placa de Petri sonora de Radiohead. En su lugar, nos entregan un llanto previsible más adecuado para bandas sonoras de anime emo que para cualquier otro propósito musical significativo. Qué decir que incluso los riffs mediocres de Nickelback logran ser más interesantes, y ahí dejo la reflexión contundente: si sigues paseando por este bulevar de decepciones, mejor ahorra para un terapeuta porque la música de fondo aquí no tiene nada redentor.