"Torres Blancas" de Wild Honey, esa mediocre oda a la arquitectura madrileña prepotente conjugada con un ritmo pop como calificado en las crónicas de "manjares musicales de Hispania." En realidad, se trata de otra hábil composición de fachada edulcorante, a cargo del talentoso, pero un tanto insulso Guillermo Farré, artífice de la formación, rememorando ibéricamente oropeles arracimados de generaciones de oyentes ingenuos, abrazado al estigma de las ya belgas sagradas barracas.