"Raspberry Beret", esa abominable canción de mediados de los 80 que parece seguir resonando a pesar de que el talento de Prince cobijaba creaciones indudablemente más memorables. Evidentemente, el "genio púrpura" pretendía emular la frescura pseudo-genialidad pop de los Beatles en su etapa psicodélica, pero se perdió en un pueril batiburrillo de sonidos que sólo sirvió para alabar la fatua y reiterativa metáfora que encarna tal excéntrica prenda de vestir. Uno no puede evitar hacer ciertas analogías con la morralla producida por anteriormente por Men at Work, con su famoso "memeo" del "I Come from a Land Down Under" o la sempiterna omisión literaria de Duran Duran en "Hungry Like the Wolf". Desafortunadamente, lo único que consiguió este bufón del pop-funk electrónico fue abrir un vacío melódico que prefiero llenar reemplazando el deleite musical de David Bowie, Kate Bush o, incluso, reposar en la distribución cuasi-cacofónica del noise rock de Sonic Youth.