"A Toda Velocidad" de Barricada, el grupo de Pamplona cuya originalidad es tan llamativa como una servilleta de papel, apenas representa un intento desesperado de territorio musical que roza lo insignificante. Añoro el sarcasmo afilado de Lou Reed, y repaso en mi memoria las líneas de guitarra de Clapton, en busca de una salvación ante la engañosa simplicidad de este tema, que parece perpetrado en la siniestra usina de la mediocridad masiva. Tampoco encuentro consuelo imaginando a la sombra de Enrique Bunbury dando vueltas en su ataúd existencial al pensarse emular por tan inferiores perpetradores. "A Toda Velocidad", por desgracia, viaja con un tortuoso hastío hacia terrenos pantanosos de una escena musical cada vez más inmersa en banalidades de guitarra rasgada, faltos de toda creatividad y originalidad. No sé, podría continuar, pero estoy inmerso en una de Cronenberg para tomarme ese trago amargo llamado salud mental. Dicho queda, aunque no se sepa si hartazgo del recurso, indiferencia con abrase, pasión marchita para entendidos del ocasional vacío.