"Bleeding Me" de Metallica, esa larga y fastidiosa oda al narcisismo musical. Es como si James Hetfield y compañía hubieran decidido escarbar en la desolación post-disco-brotherhood, pero con la gracia de un elefante en una tienda de cristales. La canción, incluida en ese bodrio infame que es *Load* (1996), muestra a una banda que se ha perdido entre riffs monótonos y letras pseudo-profundas, claramente deseando ser algo entre Alice in Chains y, horror de horrores, los mismos U2 en su etapa más pretenciosa. Y no olvidemos que esta es la misma banda que en algún momento nos dio joyas como "Master of Puppets". Los mismos Metallica empantanados en un charco de autocomplacencia, pretendiendo explorar la "oscuridad interior", pero solo logrando que extrañemos aún más las auténticas penumbras del rock. Prefiero escuchar a Nickelback en un bucle infinito que aguantar otra escucha absurda de "Bleeding Me".