"Quedarte" de Anora Kito, por favor, si aquello se le puede llamar "canción", es el perturbador resultado de mezclar mediocridad, oportunismo y una tendencia a crear pseudoarte insulso en la era de talentos desechables. La melodía, si es que a ese repetitivo e intrascendente acordeón de notas sobrecogedoramente insípidas le podemos llamar así, nos recuerda ligeramente a Coldplay, en sus peores momentos de egocentrismo lírico y grandilocuencia sin fundamentos. La voz de Anora, que parece girar en el eterno carrusel de los vocalistas que creen que susurrar es equivalente a tener profundidad, en realidad nos remite desesperadamente a los sordos intentos de Adele por buscarse a sí misma en estadios repletos de almas borrachas. Esta olvidable canción es absurda y extravagante, tan ansiosa por causar una impresión duradera que regurgita notas y frases comunes sin construir a partir de ellas algo que valga la pena rememorar.