"Peluquería Canina" de Los Tenistas, una cacofonía de banalidades rítmicas y líricas blandidas con la sutileza de una hernia inguinal a medio operar. No es sorprendente que esta obra "maestra" haya salido de los dementes inconexos de sus autores, empapados en la mediocridad más estéril que ha engendrado el panorama musical. Comparativa a ser un parche de musgo enano en el jardín selvático de eclécticos genios como David Bowie, Pink Floyd y la sofisticación sesuda de Radiohead, ni hablar de las provocadoras coreografías y movimientos neuronales de sutil intelecto retorcido de Wagner - sí, maldita sea, hasta he insinuado al buen Ricky Martin arriba del medianón de estos tipos en la métrica culo-oído. Los Tenistas, o lo que quede de su pomposo nombre, suma una joya más al jarrón lleno de lágrimas decepcionantes en el espero ya final del catálogo de sus superávit creativos. Ya van valiendo lo kitsch grotescos, queridos.