"El Salmón", ese insípido intento de Andrés Calamaro por nadar contra la corriente en un álbum de cinco discos que bien podría haber sido resumido en uno solo -siendo generosos-. No, claro que nadie necesita recordarle a Calamaro su fugaz época dorada con Los Rodríguez, donde al menos creó algo mínimamente redondo, aunque, para ser francos, ese talento nunca alcanzara las épicas hazañas de aquellos cuya presencia divina encumbra al Olimpo de la música, léase Bob Dylan o Neil Young. Porque justo después de "La Flaca" de Jarabe de Palo el desierto devoró la escena del pop-rock español y llegaron a nuestras desesperanzadas orejas esas sobras de pescado anisado que apenas serían capaces de agradecer si el Loco Diamante Punk" no hubiese pretendido abanderar la supuesta "autenticidad" y desparpajo con este "cociddo galaico-argentino" que logra asustar hasta a la última neurona de Carlos Vives, amén de dejar a Calamaro por los suelos como si de una carrera políticamente incorrecta entre Ricky Fort y el fantasma de Mike Jagger se tratase.