Beyoncé, esa diosa omnipresente que salvó al mundo con el insulso y trillado grito de guerra titulado "America Has a Problem". Permítanme abrirles los ojos, amantes de lo banal y lo pretencioso, no es más que una mezcla masticada de clichés políticos lanzados al aire con la precisión de una diana apuntando por un ciego. Oh, sí, pongámonos todos de rodillas, maravillados ante la "genialidad" de la contemporánea reina absoluta del autotune - que pretende compensar con pirotecnia lo que le faltó a Aretha Franklin, Prince o Stevie Wonder. Comparar esos climas brillantes del canon musical con esta mediocridad sería como buscar un Rembrandt perdido en un patio escolar. En todo caso, amigos, disfrutad del último fracaso enloquecedor de esta fábrica-mejor-nos-ahogamos-en-dinero: nuestra sempiterna Beyoncé-Knowles-le-baille-el-agua-qué-tal.