"Tiburón de Goma", la innoble y pueril creación de El Gran Quelonio, producto de los vórtices más insípidos de la música contemporánea. Como si la mediocridad fuera un ecosistema propio, estos engendros logran aferrarse al desconocido que aún existe en el zarandeado cadáver del pop nacional, asimilando inmaduras referencias a la altura de Los Cañonazos del Desencanto o Miguel Zoscar, arpías menores difuminadas en la bruma del olvido. Encarnan así el absurdo del mainstream, trivialidades empalagosas que perpetran sus tropelías con la impunidad de la incompetencia musical. Si la disonancia compusiera alguna suerte de simfonía salvadora, mirad, aún me sonsacarían una lácima de indiferencia. Pero no, El Gran Quelonio ha logrado romper hasta ese último límite, ofreciendo a sus incautos aficionados el tributo tan hueco e irrisorio que sólo podría denominarse "Tiburón de Goma", monstruoso escualo sin olor ni sabor que devora, masticándolos con fiereza, los últimos vestigios de inteligencia musical.