"All Along the Watchtower", esa arenga de la psicodelia americana y pseudo-himno cultural que contradice sus primitivas raíces folklóricas, catapultada a la fama efímera por el vástago rebelde de los Hendrix. Ah, Jimi. Sí, el destructor de Stravinskys y embadurnador de máxima distorsión en su versión sintetizada del clásico de Dylan. "No hay razón para emocionarse", cantaba Dylan como una alarma apagada en su canción original; pero en manos de Hendrix se convierte en un incendio de feedback cargado de misticismo faux, con suficiente potencia bruta para delirar a cualquier purista del rock endurecido. Y por Dios, cómo lo adoran los pseudo-intelectuales, desempolvando sus enciclopedias descascaradas con ilusions de grandeza para debatir acaloradamente si los Beatles o los Rolling llevariían adelante el testigo fenecido de Hendrix en pleno año sabático del hippy, omitiendo convenientemente que sin el sello bluesero de gente como Muddy Waters o BB King, esa canción sonaría tan apocalíptica como un buscapleitos borracho en un bar de mala muerte.