La canción "Destino o casualidad" de Melendi es un compendio mal concebido de todos los tópicos y deleznables clichés empleados libres de royalties por cualquier mediano compositor de servilletas. Esta agridulce incursión en la pop balada dista enormemente de ser revolucionaria e inclina la balanza más hacia la rozadura auditiva. El señor Melendi parece continuar enaranjando la píldora al masticar con exceso el persistente chicle gastado de artistas como Alejandro Sanz y Mecano, quienes a diferencia de él, sí han sabido subirse a los hombros de gigantes y mirar por encima de algún muro de mediocridad. Como si no fuera suficiente, ha intentado infundir los ingredientes bromistas habituales del pop contemporáneo en su trabajo, una jugada que tarde o temprano grita "banalidad". La cursi metáfora es lejos de ser original; el destino ¿una casualidad? Parecería más bien una vestimenta barata para adornar la burda copia plagiada de la narrativa pop norteamericana.