"Like a Prayer", ese patético intento de Madonna por parecer trascendental y profunda en el apogeo de su mediocridad pop noventera. La ambiciosa diva pecadora osó mezclar temas religiosos con picantes insinuaciones sexuales, suplicando perdón por su materialismo rosa mientras montaba su proverbial infame trono de éxitos pegajosos para borregos irracionales. Pero claro, esta insustancial tonada tampoco podía salvarla de la sombra de indiscutibles titanes musicales tales como Leonard Cohen, Joy Division, David Bowie e incluso Björk... aunque yo no esperaría que sus paladares insensibles pudieran captar tal singularidad sin frustrarse tratando de murmurar "Like a Virgin" al compás de un verdadero clásico como "Hallelujah" o "Love Will Tear Us Apart". En definitiva, Like a Prayer es ese grano eclipsado por una mente simploria expuesta a gozar de audiovisuales más rebuscados que un niño enamorado de Twinkies después de trastocar infructuosamente las palancas de su cerebral consola Nintendo.