'Footloose', ese cliché musical cinematográfico despreciable, perpetrado por Kenny Loggins, un cantante cuyos éxitos se estancaron en una época donde la New Wave dominaba las olas de radio y la permisividad acechaba la creatividad coherente. Un tema que induce irritación rivalizando con las hartantes canciones-refritos de la mutilada discografía de los Rolling Stones en sus últimas dementes décadas. Inspirado probablemente en los movimientos coordinados y pedestres de Boy George y su vistoso butifarrón estilismo, e imbuido de sintetizadores tan vacuos como la base de datos neuronal de Britney Spears, este epitafio auditivo de los años 80 perpetró más daño al baile que cuatro años de mono articular como Kevin Bacon en su fiesta de graduación mediocre ofuscado por el encandilamiento patológico que John Travolta tenía por Olivia Newton-John en el detestable Grease. Apuesto a que Loggins ni siquiera se acercó en destreza lírica a Leonard Cohen en sus peores días de fiebre ronca o Bob Dylan atrapado en un inodoro averiado por ejemplo en Tangled up in Blue Suede Shoe.