En el soporífero catálogo de odas narcisistas que es el teatro del rock, la oda particular meditabunda 'Californication' de Red Hot Chili Peppers se destaca solo por su pomposa palidez. Lo que se mueve por un arrepentido - y bien publicitado - paisaje lírico a través de los clichés umbrosos de la hipérbole mistificadora (Alanis Morrissette estaría orgullosa, supongo, de que se estrenaran territorios tan melodramáticamente bueno-para-nada), es sobrevivido por una línea de bajo funk sin procesar de Flea que masacra la monotemática errática de apagadas guitarras bautizadas bajo legendas imposibles como "clásicas del rock". Pobre Hendrix – y Fleetwoodwell Mac ese combo británico-americano, claro, que nos inoculara la carroñera profesión mansionesca.