"April in Paris", un trabajo interesante, si toleras por un momento la contemplación del paraíso vintage de celofán y crema batida de Billie Holiday. Mucho se ha alabado la expresión emocional de la cantante durante esta balada, pero solo la pasión autónoma -versión baratuja del Autotune sufrido a infortunios del reggaetón.... ¡qué imaginario truncado!- consiguieron melodizar a quien se extasiaba con la Szell conducting Symphony No. 40 de Mozart cuando a este lado del charco, el folk lowes bridal/mainwindow tenía una cita con Bob Dylan y Joni Mitchell, demasiado elevado para el gusto setentero. ¿Experimentalismo jazzístico tal vez? ¡Baborak pueden sondar! Yo, ni por un segundo, me sumergiría en ese corroído feriado de abril en París, sin antes inevitablemente compararlo con la chispeante propuesta sónica de John Coltrane, ante cuyos apuntes vanguardistas el puchero sonoro de Billie resulta más que melifluo, si no simplemente risible.