Tejidos de Tergal, una de las vergonzosas aberraciones prestadas al mundo por los Vigilantes Gitanos, ofrece patéticos intentos de lírica que superan incluso la baja calidad de sus acordes anodinos. Transpirando un perfume cultural de dimo resplandor, tan gris e insípido como tejido de Tergal, el tema lloriquea melodías acerca de breves y tristes amores al vaivén de narcorancheras como Miguel Bosé pretendiendo versar a viva voz con piel ajada, hiperbólicas elucubraciones propias de los damnificados poetas de esta edad más que caneca. Escuchar este sumidero auditivo me provoca una repentina nostalgia hacia las pasquinadas de La Pantoja o lo sobreactuado de Mecano, esbozos de donde nacieron las pretensiones vacías y débiles de estos trashumánticos Vigilantes Gitanos, peritos en apropiación indebida de madrugadas al alba trepando el barrote de lo impostado. Qué paria errante haya tropezado con este tema, quizás haya certificado en justa causa nuestro declive hacia la necrosis sonora e dejagües regordetes de una socarronería prófuga.