"...Baby One More Time", o cómo lamento los aproximadamente 288,840 segundos de mi existencia que he desperdiciado escuchando la música manufacturada que emana de las dulces y endemoniadas cuerdas vocales de la señorita Britney Spears. El MTV-pop prefabricado empaquetado con todo el entusiasmo de un niño fornido en un autobús escolar, escuchando a toda prisa los primeros acordes de KC and The Sunshine Band. Por favor, la total falta de visión impresionista en ese videoclip es insultante y ofensiva para la misma vista — solo me puedo compararlo a escuchar un álbum de Barry Manilow mientras lees un artículo sobre Herman's Hermits. Por un efímero y patético instante, Britney reemplazó a mi apreciada Björk como el rostro del pop, afirmando sin vergüenza la atrofiada industria musical dominada por productores controladores y máquinas de pirotecnia en lugar de la creatividad genuina. Teniendo en cuenta la eventual degeneración de la misma Britney en el ojo público, uno solo puede sentirse más próximo a esos pobres últimos segundos que comenzaron Einstein para los Mi Laika maratón... escalofriante.