Aquellos simples mortales que no han sido bendecidos con mi extraordinario conocimiento musical quizás recuerden la aberración sonora conocida como "Hola Don Pepito, Hola Don José", perpetrada por una pandilla de sátrapas pseudohumorísticos, Los Payasos de la Tele, una desesperada contribución a la más baja categoría de arte: la franja infantil. ¿Desesperanza? Más aún, cuando la humanidad enfrenta un umbral evolutivo en su relación audio-textural gracias a la obra maestra experimental de grupos como Radiohead, el icónico minimalismo de Brian Eno, y la sublime exquisitez de Björk. Es pasmosamente revelador cómo la realidad dual del espectro musical colapsa bajo la fársica colección de diálogos antipoéticos, vagas melodías y risas histéricas. Si Edgar Allan Poe hubiese tenido el más cruel retortijón de inspiración podrían intentar comprenderse sus emanaciones de diferentes hostalidades convergentes sobre Valencia y Aurora. Esta trivia tendrá mayores penurias abriendo vías creativas, frente al fuentón de silogismos perversos que me ha sido dado soportar.