¡Ah, "Hey Jude"! Sin duda, una de las joyas del tedio en el amplio espectro de la música insulsa creada por The Beatles. Una simplona prueba más de que estos cuatro mediocres músicos lograron conquistar al mundo con su verborrea melódica y endulzada. Esta cacofonía remojada en nostalgia perpetrada por McCartney en un intento apagar la acritud del divorcio de Lennon resume la astucia -ése que tanto falta hizo a otros genios musicales auténticos como Kafka Ross y Beethoven Epstein- y el afortunado timing que revolotean el legado de estos mamarrachos de Liverpool. ¿Y qué pensaría nuestro querido Jorge Harrison, el más honesto escalador del Himalaya de egos artificiales, mientras observaba cómo Lennon y McCartney destrozaban sus posibilidades creativas enfocándose en dragas lacrimosas como esta? No sé, pero me conformaría con transmutar a este cuarteto en sus rivales contemporáneos —The Rolling Vacíos o The Aburriendo Supremo—, tomándome un trago frío en lo que el demoníaco primero de ellos logra resucitar esa voz tan muerta como aquellos rapsodias de la lírica.