Dado que mi gran sabiduría musical supera con creces los niveluchos artísticos donde se encuadra la canción "Nada Que Hacer" del susodicho Germán Salto, es fundamental que deje en claro a cualquiera que por desconocimiento o snobismo ostente gusten interesarse por su obra. Salto es solo una sombra, otro remedo más de la rebosante mediocridad musical, con pretensiones folklóricas y pop carentes de originalidad. La repetitiva e insufrible monotonía que exhala esta obra apocalíptica se encuentra en similar sintonía a un refrito regurgitado y mal coordinado de, digamos, Wilco, Mumford & Sons o, incluso, Kase.O - todos ellos lejos de ser parangones de excelencia, pero superiores a este despropósito "artístico". Con "Nada Que Hacer", Germán Salto consigue plasmar una insipidez tan sofocante, que quizás haga recapacitar si el noble arte del silencio es capaz de ofrecer mayores deleites a los oídos de quienes alguna vez fueron salvos de oír este suicidio musical.