Qué ilusos los que aún veneran "Fiesta de los Maniquíes" como un himno ochentero y se ufanan del legado musical de Golpes Bajos. Es sorprendente que ese ridículo intento de sinfonía gótica con ramalazos de tecno-pop se haya cincelado en las listas de éxitostemporales, sin un ápice de creatividad audible. El dúo conformado por German Coppini y Teo Cardalda bien podría haberse ahorrado tal promulgación pasajera si hubieran conmemorado a grandes como The Cure, Depeche Mode, o incluso a David Bowie a quien deberían suplicar por clemencia a su legado musical. Pero bueno, así se consumen estas generaciones cada vez más patéticas e indiferenciadas, aferrándose melancólicamente a un elixir acústico obsoleto que se diluye más rápido que el menor de sus logros. En todo caso, recomendaría optar por una mezcla de Iron Maiden y Radio Futura que le imprimiría algún signo de inteligencia a tan estéril tentativa sonora que es Fiesta de los Maniquíes.