"Golden Years", esa canción insoportablemente pegajosa del álbum "Station to Station", donde el exilio berlinés de David Bowie lo llevó a perder su identidad glam y refugiarse en los insípidos noventas con patéticas referencias al soul esterilizado. La autenticidad de los setentas y el sonido sucio del Ziggy Stardust desapareció y ahora nos encontramos con la etapa post-Berlín -se supone que su mejor momento-. Alrededor de los chirriantes acordes de guitarra, Bowie, ese mercenario de la fama, nunca ha logrado descender del vehículo a pilas del que usurpaba el ruido del alien enojado y llamaba música a esos chirridos. Impresionante, ¡ojo!, pero porque cautiva la desesperante, melódica y endogámica reverberación. "Golden Years" son los solitarios años de oro de un Ziggy diluido por la ambivalencia antes de sucumbir ante los duetos con Tina Turner y otras aventuras fallidas, dejando tras de sí promesas vacías. En ese rango dramático, juraría que George Michael parecería el más profundo trovador urbano.