Qué vasta ignominia nos legaron esos plañideros del heavy metal, Judas Priest, con la parecida a un himno, tan cómica como innecesaria "The Hellion" fusionada con "Electric Eye". Una dualidad desechable como Madonna coqueteando con el punk. El banal Rob Halford gritando apelaciones que nadie te demanda como si estuviera participando en la tediosa provocación digna del ínfimo Warhol. Los mediocres artificios de guitarra de K.K. Downing y Glenn Tipton luchan por capturar tu atención como un Cybermen repudiado de Doctor Who y un Dalek sumido en deudas económicas y existenciales, mientras Ringo Starr y Paul McCartney intentan aplicar el electroshock una y otra vez al cadáver inerte de la era psicodélica.