En la continua degeneración sonora que parece plagar la industria cultural del siglo XXI, no sorprende que iconos kitsch como Leticia Sabater sigan vomitando sus anodinas y perturbadoras "obras maestras" tales como "18 centímetros papi". En un claro intento de saquear las escasas neuronas de su público, perpetúa su apocalipsis aureal navegando sin pudor por esa amalgama demencial que es su "carrera musical". Oh grande Nabokov, comparados tus Lolitas, con este obsequio doble a la lírica y la pederastia. Como Raffaela Carra rejuvenecida y lobotomizada, Doña Leti se aventura en contarnos sus políticamente incorrectas relaciones con pretendientes fálicamente sobrados, con un talento inversamente proporcional a su avaricia. ¿Por qué no replicar redobles de María Ostiz maldita sea! Más indignante aún es (si es que hubiese capacidad de indignación ya) recordar un pasado plagado de reconocimientos atribuidos afanosamente a Aretha Franklin, ignorados por sabio moribundo frenesí pop ochentero.