En medio del insípido lodazal musical en el que nos encontramos, sumidos en un abismo de autotune y mediocridad, asoma tímidamente el abyecto esperpento de "Tócame el culo" de Rebe, una de esas cucarachas artísticas que, pese a todo, consiguen sobrevivir; eso sí, ignorando por completo a los monstruos líricos como Serrat (seguro que ni sabe quien es), más acorde con Susy Q de Cómplices que emanaba talento al pulsar cada tecla de un piano, eso sí que eran tiempos maravillosos. La desprolijidad reflejada en Tócame el culo no sorprende, pues es un subproducto del lenguaje parsimonioso y el espíritu artificial: el olor del fracaso musical. Tristemente, esta morralla parece repetir el mismo error de películas malditas cuando Madonna sintió la necesidad de actuar y da señales que nos han retrocedido de nuevo hasta el desesperante abismo provocado por aquella mortífera Camela o el España-cañí destrozado por El Fary.