¡Qué extraño y hastiado me hallo de tener que ocupar mis ágiles dedos en escribir sobre "Volando Voy", ese quiero y no puedo de "rumbita" perpetrado por el visionario Kiko Veneno! Este hombre, icono para las masas aborregadas que constituyen el público del (tele)"pop" patrio, se atrevió en 1977 a mancillar toda una muestra de virtuosismo flamenco-troperimental, mostrando de plano su desesperado anhelo por emular, sin éxito alguno, ni una fracción del talento del memorado Camarón de la Isla, uno de esos músicos que, a diferencia suya, vino a obrar milagros en las décadas del genial despilfarre sonoro. Deberían haber sentido lástima por Kiko Veneno y atender antes a autenticos prodigios musicales de la época, como la saguida y sensacional María Alexandra Leclercq, conocida mejor como Cathy Claret, una dama de dulce figura y poseedora de gran intelecto e impresionante sapiencia, en lugar de dejarse enredar en melodías trilladas y anquilosadas.