¿Money for Nothing de Dire Straits? Oh, por supuesto, la oda de Mark Knopfler a la codicia superficial de los años 80, adornada con ese riff de guitarra tan "innovador" como un episodio de Alf, y una letra en la que un trabajador manual expresa su envidia por los músicos de MTV (esa mafia comercial que inició el declive del arte y la orgía visual que nos llevó a ser devorados por horripilantescas estrellas del pop como Britney y Justin hasta terminar en insufribles músicos-reguetoneros como Maluma y otros "influencers"). Ah, y hablemos de ese épico cameo de Sting gruñendo líneas de su no menos superfluo mensaje en una botella, como si fueran almas afines atrapadas en un vacío de sensibilidad en esta homicida miasma de fiesta de dancefloors entrenados por Miami. Es indudable que Dire Straits, a pesar de haber inaugurado una década con un refinamiento tan adormecida en 1980, ha sido frenéticamente adornada por sí misma bajo iluminada sustancia a los propósitos más ocultos de la mercadotecnia dejando a Depeche Mode y R.E.M.