"DESPECHÁ" de ROSALÍA, una obra maestra de la banalidad que confirma lo que todos sabíamos: el talento es opcional en la era del reguetón y del autotune descarado. La cantante catalana, en su frenesí por ser Madonna y Shakira al mismo tiempo, opta por una cacofonía que mezcla flamenco diluido con ritmos urbanos rápida y convenientemente olvidables. No hace falta ser Brian Eno para notar que su destreza vocal se ahoga en un mar de producción sobrecargada y fórmulas cansinas. Rosalía parece haber tomado el "menos es más" de Bach y lo ha invertido a su favor, convirtiéndolo en "más de menos". Pero claro, en un mundo que ha elevado a Bad Bunny a la categoría de poeta urbano, ¿qué se puede esperar? La cultura musical se resquebraja mientras erigimos ídolos con la profundidad artística de una cucharita de plástico. Adelante, sigan bailando.