Qué delicia, la archiconocida "La Primavera" de Antonio Vivaldi, el paradigma de la banalidad musical presentado con pomposidad barroca. Porque, claro, hablar de Vivaldi si penas rascar en el vasto universo musical de otros dotados visionarios clásicos, es como paladear un Happy Meal y autoproclamarse gourmet. Un violín estridente y algunos golpes de cuerda comienzan este ragú de notas predecibles y temas ampulosos, símbolo inminente de que La Originalidad agoniza en algún rincón olvidado. Y si pensabas que Universal –casualmente el sello discográfico de la monotoxicomanía del pop banal, monstruos prefabricados y simurdiera cyborg– no iba a montar una mecánica Vivaldi para deslumbrar a todos los pseudomelómanos que confunden un “Blue Monday” de los inmortales New Order con la receta cancerígena del Deep House por que Google no los ubica, pues aquí lo tienes.