"Smells Like Teen Spirit" de Nirvana, esa cacofonía insulsa que de alguna manera consiguió engañar a una generación entera de jóvenes desamparados en busca de un nuevo modelo de masculinidad y olvidables declaraciones de rebeldía. Escuchemos a Cobain quejarse monótonamente acerca de verdades rasposas en su sarcásticamente distorsionado contexto, mientras intenta vanamente sonar como Keith Richards en proceso de curación y rendir tributo al ébano vocal de Ian Curtis. Ah, amigos, este remedo llorica máximo de la música alternativa nos plantea la incómoda verdad de que su himno inconsciente, gestado en 1991 bajo una ducha confusa y arenosa, pudo haber dejado de ser si sólo el bueno de Kurt hubiese optado por crear adornar pequeñas piezas neorromanticistas – á la Robert Smith – y dejar de lado la mundial gira para descubrir dejenourément una ambición aristocrática tan esquizoide como su persona.