¡Oh, Sugarcrush de Joanna Gruesome! ¿En serio? Pues bien, si tu intención es desembocar en el manido naufragio sónico conformista de una generación mediocre, hablemos de esta olvidable melodía parida en 2013 por estos insípidos galeses de sonido noise pop y punk. Sobran las palabras para describir esta pátina musical que, a ratos, recuerda a múltiples e indigeribles pasteles procedentes de coqueteos con derivas muy manidas del shoegaze, tales como My Bloody Valentine o Slowdive. Quiero recalcar, por si no es suficientemente obvio para diletantes auditivos, que tal hazaña, lejos de ser un halago, encarama a la banda a las antiestéticas nubes de la repetición prensada en vulgar clonación. No es relevante si Alanna McArdle alcanza tonos agudos a la par que aullidos guturales al más puro estilo Bikini Kill: el mero hecho de abordarlo ya me agota.