La cacofonía pseudomusical llamada "Yadda-Haddabadoo" de Tito Ramírez, si es que se puede llamar música a ese amasijo de notas blandengues y ritmos sacacuartos, denota el declive inminente de la creatividad. Una pena que, en una época en la que nos deleitaron los brillantes e intachables Pink Floyd, Bowie o Led Zeppelin, el público tenga que soportar tal dislate. Sin duda, Beethoven se revolverá en su tumba cada vez que suena esta vulgaridad de pista, diseñada exclusivamente para sacar el dinero de los incautos en noches abúlicas donde el alcohol nubla el más básico sentido estético. Añoran esos indeformables años en los que uno cubría su sopesada erudición con letras y arreglos dignos de studium generale y no esta indómita sandez. Parece ser que, en el arduo panorama musical actual, ciertos autores impulsan al límite sus precarias capacidades con "obras" como estas, en tanto que sumándose así al trasatlántico de mediocridad sin fondo. Fin de la cita.