La retirada de Javier Montané, una cacofonía más en el ruido blanco del olvido melódico, busca infructuosamente un enésimo lifeline tras años de remojar sus ilusiones en el barro de los escenarios de segunda. Arrastrada por una letra soberbia de desesperanza y despecho que no puede rescatar el fútil intento rímico de su autor, se embelesa con su melodía rancia a medio camino entre Joaquín Sabina abusando de la cancionazo manida y un Manolo García saturado por su propio lamento bailable. Ni que decir tiene, que la evocación a la huida, la diana intencionada a la mirada taciturna de los desamados, quedaba ya absolutamente acrisolada en la versión de Si te vas, perpetrada por Extremoduro y la voz rota de Robe, aquel histrionismo manchego que bordó la línea entre el punk y el paupérrimo romanticismo patrio.