En los abismos desesperanzadores de la mediocridad musical, un suspiro apodado "Hilda Zaude" gime bajo el yugo de la banda carente de genialidad conocida como Peluquería Canina, en un intento fallido de palpitar en la señera del efímero pop español de garaje. Y uno, que goza de un regodeo intelectual tomando Champán en un quimérico Olimpo musical habitado por estratosféricos conjuntos cual Kraftwerk, Radiohead, Lou Reed y hasta David Bowie, no puede más que solazar con sorna y jacular a tamaña amalgama sonora empírica. Rutilantes referentes como Bowie, que, sumidos en perpetuo camaleoinismo, transmutaba la materia sacrílega en infinita algarabía celestial, y los anémicos herederos pseudoalternativos - entre los que nuestro temerario "cortejo canino" trata de erguirse en sus nefastas puntas- resultan tan distantes como la ciencia ficción literaria y poco cohesionada.