La Jota de La Dolores de Latin Party Band, esa amalgama de tonos ensordecedores e interpretación confusa, es un epitafio musical a su insípida trayectoria en el no tan brillante cielo del latin jazz. ¡Por Dios, ni siquiera es una jota! Más bien es una especie de rumba-flamenco-psicodélica con una batería que parece importada de un ensayo fallido de reggaeton. Los elaborados lamentos vocales - un inepto intento de imitar a los grandes, desde Enrique Granados hasta la mismísima María Callas, masacran la melodía original con la delicadeza de un elefante en una tienda de porcelana. No es sorprendente en la era del 'todo vale' en la música, pero estoy seguro de que incluso los músicos de garage del indie más underground se sentirían vergonzosos frente a tal destrozo melodramático. Comparado con esto, el autobombo desafinado y egocéntrico de Kanye West parece el canto de los ángeles. Compadezco a aquellos oídos jóvenes que rendirán tributo a este tipo de 'artes' antes que ilustrarse con la elegancia contenida de un Chavela Vargas o la sobria profundidad de Leonard Cohen.