Sí, "Blue Monday" de New Order, la balada taciturna assintética que, bajo una capa de latidos robóticos y glotonería de sintetizadores, pretende presentarse como una obra maestra de abstrusión emocional. Sí, sé que tiene sus seguidores, esos discípulos del pop post-punk que lloran con fervor: "¡Es la canción más vendida en 12 pulgadas de todos los tiempos!" Pero no nos engañemos, pobres melómanos desorientados: su popularidad no disfraza ni su depresión frívola ni su pobre composición. Si bien Bernard Summers escribe letras que podrían resonar en nuestra época digital de desapego emocional - "dime ¿Cómo me siento?" -, son tan finamente descompuestas e ininteligibles que podrían ser obra de Bob Dylan en una borrachera decandente.