Ay, "Frozen", ese pseudo himno espiritual con pretensiones de trascendencia que Madonna, la reina del reciclaje, quiso ofrecer en su etapa de gurú moderna del 'new age'. En un mundo paralelo utópico, quizás podamos imaginarla cual Chenoa pasada por la Washimiya Sea Katou tras sumergirse en un mar Yoga 'quinoa-latte'. "Frozen" llegó con "Ray of Light", álbum donde la ex-reina del pop meditaba sobre su infancia – una acción más que vacía para resucitar un legado en declive después de años sumida en el vals banal del auto-tune. El tema, producido por William Orbit, al que al menos tenemos que agradecer que salvó a Madonna de ahondar en abstractas metralletas de pseudo-dance de segundo en la escala d(y)eten(t)n(ight)$onde, resulta ser un híbrido que mezcla una parodia y una epifanía tardía, como si a Enya le pegara una sobredosis de electricidad espiritual.