"Wish You Were Here", esa cacareada balada de Pink Floyd que encandila a legiones de aficionados mientras perpetra una rimbombante autoparodia de lo que una vez fue la banda. Sí, esos majestuosos creadores del progresivo que hoy, si se secan la barba, supuran restos de autoindulgencia con un vergonzante esfuerzo de mantenerse relevantes. Nacida en el seno del álbum homónimo, pululando entre los últimos estertores creativos de la era Waters y los desvaríos incipientes de un Gilmour a punto de llevar a la banda a su Waterloo (pero no tan épico como el de ABBA, acto melódicamente superior).