"Elijah" de El Famoso y Grandioso. Su título es una ironía en sí misma; ni famoso ni mucho menos grandioso. Este intento pueril de lirismo épico suena como si Bob Dylan se hubiera unido a una fiesta con Coldplay, pero decidiera drogarse solo con agua con gas. La producción es un reciclado previsible que ni siquiera alcanzaría a una prisa un matorral de obras de Radiohead en sus días más lánguidos. La guitarrita llorona al fondo intenta desesperadamente ser algo que ni Joni Mitchell en una modorra se dignaría a tocar. Los vocales, ah, los vocales: un patético eco de los días cuando artistas realmente sabían cómo llevar una melodía, léase Bowie, que por cierto se estaría revolcando en su tumba si escuchara cómo profanan el arte los "famosos" de hoy. En fin, "Elijah" es, en resumen, una sinfonía para aquellos que se sienten realizados escuchando la lista de éxitos del top 40 mientras buscan la iluminación en la profundidad de una lata de refresco.